miércoles, 30 de enero de 2013

La nueva esclavitud

 

Se supone que nos mejora la vida. O al menos eso nos dicen todos esos comerciales desbordantes de imágenes de personas sonrientes con su celular en la mano. Oh sí, la tecnología nos hace tan felices... Pero cuando veo a toda una familia en un restaurante sin hablarse los unos a los otros con la mirada fija en sus teléfonos y los dedos moviéndose sin cesar por la touch screen, cuando le cuento un chiste a una compañera de trabajo y me río yo sola porque ya se distrajo respondiendo a un mensaje de texto y ni me escuchó, y cuando veo como la atención que cualquiera te pone depende 100% de que el teléfono suene o no suene, me queda muy claro que la tecnología no nos sirve, nos esclaviza.
Como dijo sabiamente Tony Karam en reciente entrevista para Cancuníssimo: No somos multitasking, -como autocomplacientemente nos llamamos- somos multidistractions. O lo que es lo mismo: “El que mucho abarca poco aprieta”. Al final del día, estamos en todo y no estamos en nada.
El padecimiento del momento no es el estrés, ni siquiera esa nueva enfermedad surgida de las mentes creativas de alguno psiquiatras: “Brain Fog”. No, la enfermedad de hoy día es el tecno-déficit de atención. Todos lo padecemos. No podemos poner atención más de cinco minutos, porque el teléfono llama. El mensaje parpadea. La alerta vibratoria te avisa. Y todo lo demás ya no importa. El smartphone manda: Is the boss.
Y ahí vamos todos por la vida como entes de la nueva era con nuestra “prótesis” de microondas adherida a nuestra mano, prótesis a la cual no podemos perder de vista sin entrar en estado de angustia pura.
 ¿Alguien recuerda cómo vivíamos antes de la era de los celulares? Éramos más libres y más pacientes. Todo mundo tenía que esperar. Punto. Esperar... ya nadie sabe esperar.
El teléfono se supone es un servicio. No estamos obligados ni siquiera a responderlo de inmediato, aunque así nos lo hagan sentir quienes se molestan porque tardas en contestar el teléfono o el mensaje en WhatsApp...
¿Alguien ha probado salir de su casa un día sin el celular? ¿y qué es lo que sucedió? Nada. No pasa nada. No fracasó la fusión empresarial de la compañía en que trabajas. No colapsó el sistema financiero de Wall Street. No le pasó nada a tu amig@ por tener que esperar unas horas a que le devolvieras la llamada.
 Por lo pronto, ¡urge!  un nuevo Manual de Carreño para la tecno-era. Algo del tipo:
Es de mala educación:
• Contestar llamadas o mensajes en medio de una conversación.
• Poner en la mesa el teléfono, frente a ti, dejando muy en claro a los presentes que tus posibles llamadas son más importantes que ellos.
• Escuchar música en tu smartphone o reproductor sin audífonos, obligando a las personas alrededor a escucharla.
• Hablar por el móvil en cines, teatros, conferencias, etc.
 Sí amigos, hemos perdido la batalla. La tecnología nos usa. Nos sorprende primero, nos seduce después y nos manipula luego para al final sólo reírse de nosotros y de nuestra ingenuidad al creer que estamos en control.
Mientras tanto, las mentes creativas (que sí se concentran y seguro apagan su teléfono mientras trabajan) desarrollan la siguiente red social o el siguiente gadget que nos enajene.
Arriverci.
Texto escrito por mí y publicado en: www.cancunissimo.com