Se supone que nos mejora la vida. O al menos eso nos dicen
todos esos comerciales desbordantes de imágenes de personas sonrientes con su
celular en la mano. Oh sí, la tecnología nos hace tan felices... Pero cuando
veo a toda una familia en un restaurante sin hablarse los unos a los otros con
la mirada fija en sus teléfonos y los dedos moviéndose sin cesar por la touch
screen, cuando le cuento un chiste a una compañera de trabajo y me río yo sola
porque ya se distrajo respondiendo a un mensaje de texto y ni me escuchó, y
cuando veo como la atención que cualquiera te pone depende 100% de que el
teléfono suene o no suene, me queda muy claro que la tecnología no nos sirve,
nos esclaviza.
Como dijo sabiamente Tony Karam en reciente entrevista para Cancuníssimo: No somos multitasking, -como autocomplacientemente nos llamamos-
somos multidistractions. O lo que es lo mismo: “El que mucho abarca poco
aprieta”. Al final del día, estamos en todo y no estamos en nada.
El padecimiento del momento no es el estrés, ni siquiera esa
nueva enfermedad surgida de las mentes creativas de alguno psiquiatras: “Brain
Fog”. No, la enfermedad de hoy día es el tecno-déficit de atención. Todos lo
padecemos. No podemos poner atención más de cinco minutos, porque el teléfono
llama. El mensaje parpadea. La alerta vibratoria te avisa. Y todo lo demás ya
no importa. El smartphone manda: Is the boss.
Y ahí vamos todos por la vida como entes de la nueva era con
nuestra “prótesis” de microondas adherida a nuestra mano, prótesis a la cual no
podemos perder de vista sin entrar en estado de angustia pura.
¿Alguien recuerda cómo vivíamos antes de la era de los
celulares? Éramos más libres y más pacientes. Todo mundo tenía que esperar.
Punto. Esperar... ya nadie sabe esperar.
El teléfono se supone es un servicio. No estamos obligados
ni siquiera a responderlo de inmediato, aunque así nos lo hagan sentir quienes
se molestan porque tardas en contestar el teléfono o el mensaje en WhatsApp...
¿Alguien ha probado salir de su casa un día sin el celular?
¿y qué es lo que sucedió? Nada. No pasa nada. No fracasó la fusión empresarial
de la compañía en que trabajas. No colapsó el sistema financiero de Wall
Street. No le pasó nada a tu amig@ por tener que esperar unas horas a que le
devolvieras la llamada.
Por lo pronto, ¡urge!
un nuevo Manual de Carreño para la tecno-era. Algo del tipo:
Es de mala educación:
• Contestar llamadas o mensajes en medio de una
conversación.
• Poner en la mesa el teléfono, frente a ti, dejando muy en
claro a los presentes que tus posibles llamadas son más importantes que ellos.
• Escuchar música en tu smartphone o reproductor sin
audífonos, obligando a las personas alrededor a escucharla.
• Hablar por el móvil en cines, teatros, conferencias, etc.
Sí amigos, hemos perdido la batalla. La tecnología
nos usa. Nos sorprende primero, nos seduce después y nos manipula luego para al
final sólo reírse de nosotros y de nuestra ingenuidad al creer que estamos en
control.
Mientras tanto, las mentes creativas (que sí se concentran y
seguro apagan su teléfono mientras trabajan) desarrollan la siguiente red
social o el siguiente gadget que nos enajene.
Arriverci.
Texto escrito por mí y publicado en: www.cancunissimo.com