viernes, 28 de junio de 2013

Todos somos freaks

"El odio es la venganza de un cobarde intimidado" George Bernard Shaw



¿Se han puesto a pensar lo bien domesticados que estamos?
Como muñequitos de madera, cuidadosamente acomodados en la caja. Seguimos las reglas que nos imponen, y arrastramos hacia adentro a cualquiera que se quiere salir del molde, y si no logramos arrastrarlo, entonces lo marginamos.

¿En qué momento nos encadenamos nosotros mismos? ¿Cuándo decidimos que era buena idea reprimir nuestra individualidad para tratar de ser iguales a los demás? ¿Y lo decidimos, o sólo lo asumimos?

Aquí estamos, totalmente adaptados a reglas de conducta que no son más que un convencionalismo social. Usamos un código de ropa, de lenguaje, de aficiones, de hábitos, todo un estilo de vida siempre dentro del paradigma establecido. Y sólo aceptamos a los que son parecidos a nosotros. Nos asusta lo diferente.

Sin embargo, en algún nivel llevamos una máscara social. Damos una cara al mundo para ser aceptados pero tenemos otra oculta. Lo cierto es que todos somos freaks. ¿Quién no tiene sus esqueletos bien escondidos en el armario? Algunos tienen pequeños secretos, otros ocultan historias tan sórdidas que harían las delicias de la prensa amarillista. Extrañas manías, oscuras aventuras, miedos irracionales, complejos absurdos o anhelos inconfesables.
Aunque para algunos es más fácil llevar la máscara que para otros. Cuando naturalmente encajas en lo políticamente correcto (y tus “trapos sucios” son menores y fáciles de ocultar) no tienes tanto problema. ¿Pero qué pasa cuando tu forma de vida, o de pensar, choca totalmente con lo que la sociedad aprueba? ¿Qué sucede cuando ser tú mismo te convierte en un paria? ¿Qué camino eliges?

Ser auténtico en estos términos es un reto que normalmente lleva un alto precio. La vida es más fácil cuando le dices a la gente lo que quiere oír.
La comunidad LBGT, por ejemplo, carga con el estigma de rechazo y odio. En general existe una especie de regla implícita tipo “Don’t ask, don’t tell”.
Siguen siendo en casi todos los ámbitos de sus vidas, forzados a ocultar sus preferencias. Y en caso de que tengan la suerte o el valor de no negarlo, ¡ni se les ocurra demostrarlo! Y mucho menos en algún lugar público y donde haya niños ¡Dios nos libre de que un niño vea una muestra de afecto homosexual! ¡Seguro traumatizaría su existencia! (mejor que el niño se traumatice viendo descabezados en las noticias y jugando a despedazar personas con el Xbox).

Aunque existen avances en la lucha por derechos de igualdad, y aunque creamos que están integrados al entorno social, la realidad es que aún viven en un mundo distinto. Un mundo donde en pocas palabras, son discriminados (humillados y hasta asesinados) sólo por amar… diferente, y/o por lucir diferente, como sucede también con quien tiene hábitos o gustos extravagantes que “incomodan” a los demás.

¿No es algo absurdo que pretendamos controlar como viven otros su vida?
¿Por qué vivimos etiquetando al gay, a la promiscua, al tatuado?
¿Por qué tenemos tanto miedo de la libertad de alguien más?
¿No sería más sano abrazar la pluralidad en vez de reprimirla?

Durante mucho tiempo han existido movimientos contraculturales que buscan espacios de libertad de expresión radical, una rebelión contra la homogeneidad de conceptos que procura el sistema.
Desde los hippies y las tribus urbanas, hasta festivales como Burning Man, pasando por los desfiles gays, -en los que muchos salen a la calle con el outfit más extravagante a decir al mundo: “Sí, éste soy yo ¿y qué?”-, o diversos puntos de encuentro como Harajuku en Japón, donde los jóvenes se reúnen a exhibir sus estilos de moda avant garde y a escuchar grupos musicales en vivo; todos son espacios que tienen como premisa un concepto muy manoseado pero poco practicado en realidad: la libertad.

¿Alguna vez han querido liberarse de todo lo que los ata en su vida? ¿o al menos de una buena parte de ella?
¿Qué harían si pudieran de pronto ser libres del todo?
¿Qué harían si por un día pudieran hacer lo que quisieran, sin consecuencias? Que hubiera una amnesia colectiva, un break en la línea del tiempo y ese día fuera como si no hubiera existido, ¿Qué harían si de pronto no existiera ningún miedo, ninguna restricción? ¿Qué vestirían, que comerían, a donde irían? ¿saldrían desnudos a la calle cantando “We are the Champions” a todo pulmón? ¿le dirían a su pareja lo que nunca se han atrevido? ¿se irían a pasar el día en una comuna hippie?

¿Que pasaría si pudieran perder todo el control y dejarse llevar por el momento, por la velocidad, por la música, por los siete pecados capitales, por sus sueños de infancia reprimidos, por lo que sea que los haga sentir vivos, vivos de verdad?

Tal vez los “freaks” de vanguardia son los realmente evolucionados, atreviéndose a vivir en un plano superior de libertad, rompiendo las reglas y siguiendo solamente sus deseos, mientras nosotros, los adaptados, vivimos atrapados en nuestras camisas de fuerza.

¿Que tan libres somos? ¿Podemos “romper el hechizo” y ser como se nos hinche la regalada gana ser? ¿A qué precio?

Arrivederci