lunes, 8 de septiembre de 2014

Un día sin quejarse



El otro día, llegando a la oficina de correos a recoger un paquete, me encontré con una mujer de unos 70 años, que usaba un bastón, que me pidió ayuda para bajar un par de escalones. Me dijo que tenía miedo de caerse y que llevaba rato esperando que alguien pasara para que la ayudara.

Fue de esos momentos que te hacen sentir realmente miserable. Miserable por atreverte a quejarte por nimiedades cuando hay gente mucho menos afortunada que tú.
La mujer me contó que no tenía nadie que la pudiera acompañar.
Qué triste es eso.

Estuve por días reflexionando sobre lo afortunada que soy. Obviamente, es normal que siempre queramos más de lo que ya tenemos, es parte de crecer y de ambicionar, y a pesar de lo que muchos digan, la ambición es buena. Pero por otro lado, muchas veces olvidamos apreciar y valorar lo que sí tenemos, nos dejamos llevar por la negatividad de todo lo que va mal en nuestra vida, en nuestra ciudad y en el planeta (uno de las razones por la que escribí este post).

El resultado es que nos la pasamos rumiando nuestros problemas, muchas veces sin darnos cuenta. Alguna vez apliqué el experimento de "un día sin quejarse" y me di cuenta qué difícil es. Somos unas máquinas de quejumbres incesantes.

Así que, en el afán de fomentar un enfoque más positivo, aplicaré otra vez el método. Cada lunes.
No se trata de quejarse de martes a domingo, se trata de que, al menos un día a la semana, estar muy alerta y hacer conciencia de todo lo que sale por nuestra boca y por nuestros dedos, y tratar de evitar navegar en nubes negras.

¿Quién se anima?

Arrivederci

Reto Día 2