domingo, 21 de septiembre de 2014

Obsesiones de escritores





Odio me molestan los finales abiertos en un libro. ("Odio" es una palabra que prefiero evitar, primero porque es horrenda, segundo porque es muy fuerte, y ninguno de mis sentimientos negativos llega a ese nivel, afortunadamente).
Pocas cosas me decepcionan más que eso. Es como si te quitaran de la boca el postre que estás a punto de disfrutar y por el que has esperado toda la cena. Y te quedas ahí en blanco, pensando ¿Y ahora qué?

Ayer terminé un libro que me pareció bastante bueno y de lectura ágil, pero el final fue... algo decepcionante, aunque no del todo inesperado. Y esto último fue lo que encontré muy interesante, que en cierta forma lo veía venir.
El autor se reveló para mí desde un inicio como el típico escritor deprimente y predecible. Simplemente no podía esperar algo más luminoso y contundente. Y esto me llevó a recordar algo que ya había notado en muchos autor@s:
Hay un patrón que salta la vista con frecuencia, las autoras pecan de fantasiosas, los autores de hiperrealistas. Claro, no todos encajan en este patrón, hay escritores que se ubican en el centro, más felices y positivos, como Daniel Glattauer  o David Safier, y autoras más realistas, como Marcela Serrano o Muriel Barbery (aunque tal vez se deba a que en estas obras los personajes masculinos son secundarios...)  pero generalizaré para simplificar.



Las autoras aman los protagonistas masculinos de cuento de hadas, guapos, exitosos e inteligentes. Esto es por demás evidente en el género romántico, con las novelas clásicas como Orgullo y Prejuicio o bestsellers contemporáneos como la malísima (pero muy entretenida) 50 Sombras.
También lo vemos en otros géneros, como en Los Juegos del Hambre (aunque más sútil, al menos no son millonarios, pero sí heroicos).
Y los autores tienen una marcada debilidad por los personajes masculinos oscuros, fracasados, viciosos, sin dinero, ni ambiciones, ni atractivos.
Ambos extremos son cansinos, a mi gusto, sin embargo puedo disfrutar mucho más el extremo fantasioso que el deprimente, por la misma razón que no me gusta el cine mexicano: la mayoría de lo que producen tiene como temas centrales los problemas de nuestra sociedad: feminicidios, violaciones, secuestros, asesinatos, corrupción. ¡No, gracias! Para deprimirme me basta y sobra con ver los noticieros.


Nota Mental: Hacer una búsqueda exhaustiva de autores de diversos géneros, para seguir escarbando en esta teoría. (sí, soy una obsesiva de analizar teorías).


Arrivederci

Reto Día 14