jueves, 6 de noviembre de 2014

Adicciones políticamente correctas




En el fondo sabes lo que pasará, porque lo has vivido mil veces. Te engañas a ti mismo diciendo que será diferente, que estás en control, que será la última vez que te domine...
Pero cuando está ahí, entre tus manos, sabes que no podrás parar, que la euforia, excitación y esa sensación de embriaguez que te hace sentir realmente vivo, está ahí, al alcance de tu mano.
No quieres pensar en todo lo que dejas de lado por experimentarlo una vez más. No quiere pensar si deberías evitarlo y ocupar tu tiempo y mente en otra cosa.
Sólo sabes que anhelas esas horas de absoluta felicidad, y nada más te puede dar esa satisfacción.
Tu rutinaria vida que te hace arrastrarte cada día, pensando que mañana será diferente, te deja un vacío cada vez más difícil de llenar.
Pero aquí tienes tu escape. Y sabes que no podrás resistirte.
Así que lo haces una vez más... y otra más y otra más.
Y vives el paso de los días en una vorágine de emociones, entre la fantasía y la insípida realidad..


Y de pronto llegas la última página y te llena una nostalgia difícil de entender. La has sentido cientos de veces, y nunca mejora, nunca desaparece.
Y esperas con resignación el bajón. La tristeza. La depresión. Y sientes como la sombra del vacío te empieza a envolver una vez más. Al menos, hasta que tengas la siguiente dosis, hasta que encuentres otro libro que te seduzca y te trastorne...


Y es cuando te das cuenta que todas las adicciones son iguales. No hay diferencia. La única diferencia es que algunas son socialmente reprobables (drogas, alcohol, sexo) y unas pocas son adicciones políticamente correctas (como la adicción a la lectura, a la pareja, al trabajo).

Pero al final, todas son lo mismo. Todas son una evasión de nuestra realidad.

Todos somos escapistas...



Arrivederci