miércoles, 3 de diciembre de 2014

Entre cañas, pitayas y granjas de pescado





¿Qué creen? Tuve otras dos epifanías.
Bueno, no es para tanto, dejémoslas en revelaciones. A lo mucho.
Una tiene que ver con el concepto de "Todo pasa y no pasa nada" y la otra con la sospecha de que la gente cree que soy lesbiana.
Lo del lesbianismo lo dejaré para otra ocasión, ahora me ocuparé de mi propia teoría del caos.

¿Les ha pasado alguna vez que de estar tan pero tan preocupados por algo, de pronto, en un instante, todo deja de importar, la angustia desaparece y se sienten absolutamente relajados?
¿No? Pues a mí sí, un par de veces.

Es como llegar a un punto dónde todo es tan caótico y sin solución, que te das cuenta que lo peor que podría pasar no es tan grave y por el contrario, podría ser liberador.
Y desde que tuve ese pensamiento estoy más tranquila. Digamos que ya todo me vale madres, en el buen sentido.
 Lo que ha de ser será, y yo sólo fluiré suavemente con la corriente que me arrase, me eleve o me quiera hundir. Porque eso sí, hundida jamás estaré.

"You shoot me down, but I won't fall, I'm Titanuim".

Aunque eso no cambia el hecho de que el trabajo se ha vuelto de poco estimulante a nada estimulante. Pasar los días entre la zafra, las pitayas, las granjas de pescado, boletines del gobierno y los problemas ejidales dista mucho de ser mi campo de trabajo favorito.

Pero ayer sucedió algo inusual. (SÍ. INUSUAL, sólo para que vean a qué grado es patética mi vida).
Dentro de esa rutina godinezca, mientras titulaba la nota sobre el comienzo de la molienda en el ingenio azucarero y comía mandarinas, lo vi. 
Vi a un chico guapo. Y hablo de realmente guapo. No "simpático", o de esos que "dan el gatazo" o que se ven bien y son atractivos. NO, hablo de alguien realmente bello.
Y fue como ver el sol después de haber vivido recluida en un cueva. Deslumbrante, sorprendente, sobrecogedor, emocionante, como una caricia al corazón.
Fue una mezcla de sentimientos extraños. Por un lado, pude apreciar lo importante que es la belleza. No lo digo en un sentido frívolo, simplemente las cosas bellas siempre son como un alimento al alma. Contemplar un atardecer con nubes pintadas de colores, ver el amanecer en la playa y el vaivén de las olas del mar turquesa, perderte en la contemplación de retratos que transmiten mil emociones, observar fotos tiernas de gatos, perros y toda la fauna... todo es belleza, y la humana también tiene ese poder al ser contemplada, dejando de lado la atracción o lujuria que pueda provocar.

Por desgracia no pude dedicarle tiempo de contemplación como ameritaba; tenía mucho trabajo por hacer, muchas personas a mi alrededor y sobre todo, el pobre chico pensaría que era yo una enferma si me le quedaba viendo como idiota... aunque lo más probable es que esté acostumbrado. 

Así que mientras venía de regreso a casa en una muy lluviosa madrugada, pensé que me importa un rábano el asunto de que la belleza interior es la única que vale. No es así, ¿a quién queremos engañar?
Si bien es cierto que si la belleza física no va respaldada por algo hermoso adentro, deja de ser atractiva (porque de hecho, eso me consta), también es verdad que decir que toda la gente bella es tonta o frívola es tan miope y cuadrado como cualquier otro estereotipo.
Así que mi primer propósito de año nuevo será ir en pos de mi próximo susodicho, el cual definitivamente tendrá que ser bello, realmente bello, por fuera y por dentro, ¿Escuchaste universo?
Digno de ser contemplado. Porque finalmente, pocas cosas son más agradables que hablar (y otras cosas) con una persona que te gusta contemplar, que te gustan sus ojos, su boca, sus rasgos y sus expresiones.
Extraño esa sensación.

Ya veremos que pasa, porque el destino tiene un sentido del humor muy negro; así que lo más probable es que aquí me lean, platicándoles que me he enamorado perdidamente de un tipo horrendo, más feo que pegarle a Dios,  pero eso sí, "de buen corazón".
Sí, ya me la sé... también ya me ha pasado...


Arrivederci