domingo, 8 de marzo de 2015

Las mil caras del sexismo






Mi columna,  publicada en el diario Novedades de Quintana Roo. 




Es una verdad universalmente conocida que Twitter está plagado de basura. Dejando de lado su innegable utilidad como medio instantáneo de difusión, se ha vuelto también el escaparate donde uno puede apreciar en su inmensa y deprimente dimensión el lado más deplorable de la humanidad. Desde hashtags racistas hasta campañas de odio a celebridades, la red se puede convertir en un auténtico pelotón de fusilamiento.
Sin embargo, su capacidad de sorprender se mantiene. Para bien y para mal.

El otro día encontré uno de los peores hashtags que he visto: #WomenAgainstFeminism (mujeres en contra del feminismo).
¿En serio? ¿En serio hay mujeres allá afuera que no quieren igualdad de derechos, que no quieren ser respetadas, y que apoyan la discriminación, la violencia de género y el sexismo? ¿EN SERIO?
Obviamente, esto parte de una concepción errónea del término…quiero pensar, y que por lo visto, es lo que impera, seguramente originado por aquellas mujeres iracundas que han trivializado la palabra para expresar su frustración personal y odio hacia los hombres.

Hace unos meses, la actriz inglesa Emma Watson, como vocera de la campaña de Naciones Unidas “He For She”, puso el dedo en la llaga sobre el tema, aclarando lo que el feminismo es en realidad, por qué es importante rescatar la palabra del error en que ha sido secuestrada, y sobre todo, por qué es necesario que los hombres sean parte de la lucha, considerando que los roles de género también causan presión sobre ellos, empujándolos a comportamientos machistas para ser unos “verdaderos hombres”.



Lo más preocupante del sexismo, e incluso a niveles de misoginia, es que está tan arraigado en nuestro paradigma sociocultural que la mayor parte del tiempo ni lo notamos, desde expresiones “inofensivas” como llamar “viejas” a las mujeres, hasta concursos de belleza donde las chicas se exhiben para ser juzgadas y calificadas por su cuerpo. La percepción de la mujer como objeto es constantemente reforzada por los medios de entretenimiento y comunicación de masas: en la publicidad, en las canciones, en los videojuegos.

Aunque ya han pasado siglos desde que inició la lucha por la igualdad y se han tenido grandes logros a través del tiempo, como el derecho al voto y la incursión femenina en diferentes sectores del ámbito laboral, relegar a la mujer a un segundo plano es tristemente parte de la estructura patriarcal en que vivimos y que se hace patente en todos los espacios:

En el cine, donde sólo el 16% de los papeles protagónicos son femeninos.
En el medio artístico, cuando las cantantes y actrices son juzgadas constantemente por su peso o su edad.
En los puestos de poder, donde la representación femenina sigue siendo mínima. (En Estados Unidos, el 97% de los puestos directivos en entretenimiento, comunicaciones y publicidad son ocupados por hombres).
En el hackeo a fotos privadas de celebridades, mujeres, por supuesto.
En los salarios, que en términos generales, son más altos para los hombres, en los mismos cargos.
En la tolerancia de prácticas “culturales” que no son más que actos de barbarie contra niñas, como la mutilación genital.
El culpar a las mujeres que son violadas porque “provocaron a los hombres”.
En el cáncer social que están viviendo en Estados Unidos, conocido como rape culture, donde la violación se ha vuelto tan común, particularmente en las universidades, que se ha trivializado, convirtiéndose peligrosamente en una conducta tácitamente aceptada.
En el controversial Gamer gate, el cual empezó como una expresión contra el periodismo vendido y terminó en una campaña de odio, acoso y amenazas de muerte contra… ¡adivinaron! Las mujeres diseñadoras de videojuegos.



Tal vez la peor parte de la desigualdad es la actitud hostil y carente de solidaridad entre las mismas mujeres, que frecuentemente son promotoras del sexismo, hablando despectivamente unas de otras, justificando a agresores, usando apelativos peyorativos, juzgando con un doble estándar su apariencia física, sus logros laborales o su conducta sexual. 

Como bien dijo la escritora y filósofa Simone de Beauvoir: “El opresor no sería tan fuerte si no tuviera cómplices entre los propios oprimidos”.

Así que este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, sugiero que en vez de “festejar” a las mujeres con una rosa y chocolates como si fuera San Valentín, o quejarnos como si no hubiera motivos válidos para conmemorar la fecha, hagamos un acto de reflexión y seamos conscientes de qué tanto contribuimos con nuestras actitudes y comentarios a fomentar la desigualdad y el sexismo; y desde ahí busquemos ser parte del cambio, con la claridad de que la lucha entre géneros es un terreno infértil, y que las sociedades del mundo necesitan del equilibrio de las dos fuerzas, de las dos visiones, trabajando de la mano por objetivos más elevados, buscando el bien común. 

Arrivederci