viernes, 15 de septiembre de 2017

Utopías y demonios





La televisión es conocida por ser un medio poco estimulante intelectualmente. Llamada acertadamente "la caja idiota" mucho de su contenido es así, idiota. Decadente. Y si hace uno un análisis de él, como lo hizo Giovanni Sartori en su libro "Homo Videns, la sociedad teledirigida", nos queda muy claro que el objetivo es entretenimiento burdo, que anestesia la mente, que apacigua a las masas, enajenando con distractores tan efectivos como vacíos.

Por eso resulta particularmente fascinante cuando la caja idiota se convierte en la caja inteligente. Al final, la televisión, como el cine, son medios poderosos que pueden ser usados para bien o para mal, para crear o para construir, dependiendo siempre de quién esté detrás de un concepto.

La nueva televisión ha nacido. O tal vez nunca se fue y sólo estaba adormecida por la avalancha de modas que dan ratings pero no aportan nada con sustancia. Como la mayoría de los reality shows, que hasta la fecha siguen teniendo grandes audiencias. 

En esta nueva Edad de Oro de la TV estadounidense, se han creado verdaderas joyas, y de todos los géneros: House, Breaking Bad, House of Cards, Los Soprano, Juego de Tronos. Entre estas joyas sin duda está Mad Men.

Don Draper. El antihéroe. El hombre de luces y demonios. El personaje más complejo, intrigante y atormentado que he visto en una serie en mucho tiempo. No recuerdo ningún show de TV con tanta profundidad, con capas y capas que explorar después de cada capítulo, para entender lo que hay detrás. Porque los dos ejes de la trama son: Lo que se dice (y cómo se dice), y sobre todo, lo que no se dice y queda implícito para ser digerido poco a poco por el televidente.




Es como leer una novela. Y de las buenas. Es íntima y dolorosa. Excitante e intensa.
Tiene momentos sublimes, y tiene otros desgarradores. 
En el apartado de lo que sí se dice, hay diálogos que son BRUTALES. Que te vuelan la cabeza. Que  te sacuden y te dejan deconstruyendo cada parte para digerirlo. 

Además, expande tu mente, en el sentido de que estamos en cierta forma acondicionados al simplismo de lo que ofrece la televisión. Material fácil de digerir. Básico. Y entonces llega esta serie y te das cuenta que leerla de forma superficial como harías con otros programas es un error, porque Mad Men no es como otros programas. Las cosas aquí nunca son lo que parecen ser. Hay que ir más profundo, hay que PENSAR. 

Ya sé, llego muy tarde a la fiesta de Mad Men. El show terminó su última temporada en 2015 y ahora entiendo por qué gano tantos premios en su momento.
Esta serie hizo historia.