sábado, 5 de mayo de 2012

La vida sin internet


QuÍtenme mi box set de Sex and the City, quítenme mis zapatos favoritos, quítenme mi cappuccino de todas mañanas, pero por favor ¡No me quiten internet! El otro día sufrí la peor catástrofe que uno se puede imaginar. Claro, catástrofes todos hemos sufrido: llueve mucho y se nos va el Sky, se nos olvida cargar gas y tenemos que pasar unos días de baños fugaces de agua fría y una dieta de sopa maruchán, o incluso ese terrible sufrimiento cuando Oh! Dear God! Olvidamos el celular en casa y pasamos el resto del día con la apabullante sensación de haber perdido un miembro, tal vez una parte de la mano, o incluso el brazo completo. ¿Pero qué tal cuando, por uno de esos azares del destino, que ni siquiera deberían suceder y por lo que Slim debería ser llevado al cadalso de inmediato; se les ocurre, dejarte sin internet todo un fin de semana??? Y no un fin de semana cualquiera, un fin de semana lluvioso, en el que bajo ninguna circunstancia irías a sortear embotellamientos y trampas mortales (leáse: charcos) para ir a buscar a nuestro proveedor externo favorito de internet: Starbucks. Y además un fin de semana de los premios Grammy, donde el cotilleo (chequen la palabrilla pintoresca, aportación de nuestros amigos ibéricos) se pone delicioso en twitter y además ¡además! La trágica, pero muy comentable muerte, de Mrs Whitney Houston. Ahí estaba yo, ahora sí, aislada del mundo. Me enteré hasta entrada la tarde del domingo que Whitney Houston había partido al más allá, y tuve una sensación de extrañeza por no haberlo sabido mucho antes de verlo en las noticias de televisión. Después caí en la cuenta ¡Claro! Es que no tengo internet. Mientras seguía trabajando en mis artículos. Uy, recuerdo que tengo que enviar varios mails del trabajo pendientes y revisar otros tantos. Abro Outlook y no encuentro nada nuevo, ¡Claro! Es que no tengo internet. Trato de que la desesperación no haga presa de mí, y decido concentrarme en lo que sí puedo hacer y me digo: “No se necesita internet para todo ¿cierto? Puedes escribir tus artículos sin problema” y me dedico a transcribir entrevistas atrasadas. En una de esas, hablan sobre un evento de manera vaga por lo que decido investigar más a fondo sobre el mismo. Hasta que recuerdo que… ¡Claro! No tengo internet. Decido dejarlo para después y sigo escribiendo. Y luego me topo la típica palabra sosa, que quiero cambiar por una más nice. Pero ¡Claro! No tengo internet, así que me doy a la tarea de buscar y rebuscar entre mis cajones aquel diccionario de sinónimos que estoy segura anda por ahí. Por fin lo encuentro. Me siento feliz y orgullosa de mis indestructibles lazos con el papel. Pero poco me dura el gusto cuando caigo en cuenta que mis indestructibles lazos con el papel no han sido suficientes como para incluir en mi adorada colección de libros una enciclopedia o al menos un diccionario biográfico tamaño jumbo. Así que esta parte decido también dejarla para después. No sin antes revisar con desesperación como cinco veces la conexión… tal vez con un poco de suerte sea algo que yo puedo reparar… Y entonces recuerdo que también tengo que escribir una investigación que sí, lamentablemente, depende totalmente de una exhaustiva navegación web… Ok. Mejor me levanto y me voy a hacer un té de 12 flores para los nervios, porque ya veo venir una crisis que me puede hacer arrancarme los cabellos. Una vez que termino con mis pocos pendientes que sí puedo hacer, y que obviamente no me ocupan tanto tiempo; empiezo a organizar unas fotografías que tengo que entregar al departamento de diseño. Oh! Me sorprendo al darme cuenta que para hacer esto, tampoco necesito internet! Wow! Después de un rato ya me encuentro resignada, hasta que la peor parte del día me cae encima cuando empieza ¡la alfombra roja de los Grammy! ¿Qué estarán comentando todos? No tengo manera alguna de saberlo. ¿Qué estarán diciendo del horrendo e indescriptible cabello de Rihanna? ¡No puedo criticar el old lady look de Adele y el chiclote que no deja de mascar! Y tampoco puedo hacer mi ácida aportación sobre “¿Qué no pudo escoger otro día para morirse Whitney? “ En fin, con tanta frustración, decido mejor ir a tomar un baño relajante. Los Grammy sin twitter son como la comida sin sal, cumplen su función, pero ¿dónde está el sabor? Sólo espero que Mr. Slim y sus secuaces decidan devolverme pronto mi acceso al “mundo real”. Arrivederci