miércoles, 27 de mayo de 2015

Cuando la miseria del mundo te golpea en la cara


Foto: Reuters




El otro día estaba editando una nota policíaca de lo más deprimente, sobre una pobre anciana de 80 años, que había sido golpeada por su hijo, alcohólico, porque no tenía dinero para darle. Y la foto te lo decía todo. Ni siquiera se veía el rostro de la mujer, era sólo un encuadre del torso hacia abajo, sentada en la patrulla que la llevaría al hospital, (porque en el mísero poblado en el que habita no hay ni servicio se ambulancias cerca). La pobreza en la que vive la podías ver en sus ropas raídas, llenas de tierra y sangre, porque acabó en el suelo, mientras el hijo la golpeaba.

Cada que la recuerdo me vuelve un nudo a la garganta. ¿Cuántos millones y millones de personas viven esta realidad? 
¿Existe algo más triste que esto? Sí, eso es lo peor, que nuestras sociedades están plagadas de dolor.
Y todavía nos sorprende que haya tantos criminales resentidos con el mundo, indiferentes al sufrimiento de los demás, porque en su vida han tenido tanto, que han perdido todo rastro humanitario.
No digo que eso justifique a nadie, mucha gente sufre y no se vuelve criminal, pero es un hecho innegable que existe un factor de descomposición social y disfunción familiar en la creciente ola de violencia y crimen que azota al mundo entero.

Hace un par de años vi un documental donde entrevistaban a varios narcotraficantes y sicarios. Encontré que todos tenían algo en común:  habías sufrido terribles abusos en su infancia, habían crecido en un ambiente violento y cruel, donde jamás conocieron el amor familiar, la compasión, la armonía.

Tal vez sea sólo la inercia cotidiana la que nos mantiene alejados de esas duras realidades, o tal vez sea un mecanismo para ponernos una armadura de indiferencia y no ser tragados por una avalancha de emociones dolorosas, pero el hecho es que la mayoría de nosotros no nos involucramos de verdad en ayudar a los necesitados.
Ultimadamente, bastantes problemas tenemos todos en nuestra vida, en el trabajo, en la familia, con la pareja... como para todavía agobiarnos más con los problemas ajenos... ¿Cierto?

Sin embargo, a veces, esa cruda verdad te golpea, y duro. Y creo que entonces es momento de actuar, de reaccionar, de contribuir y ser parte de la solución y no del problema.
Se puede hacer el bien de mil maneras, desde tener una palabra amable para alguien que está pasando un mal momento, hasta colaborar con alguna organización altruista.

No lo sé... no quiero dar lecciones de "moral" a nadie.
Sólo sé que últimamente me he vuelto hipersensible a este tipo de cosas, no es que antes fuera indiferente, pero ahora es distinto, me conmueve hasta las lágrimas.

Así que en eso estoy, buscando de qué manera puedo poner mi granito de arena.

Arrivederci