La vida de un Godínez es una espiral, una especie de embudo que te succiona lentamente, y cuando menos te das cuenta, ya estás hasta el fondo, en sus profundidades más oscuras, totalmente inconsciente de ello.
Y así, inconsciente de ello, iba yo alegremente por la vida godineando, hasta que algo sucedió y me aventó de sopetón a la realidad: Me fui de vacaciones.
Resultó que el truco para romper la inercia y el
Síndrome de Estocolmo Godín, o al menos, darte cuenta de que lo padeces, es salir de la rutina. Un par de semanas lejos de la oficina, del trabajo, del jefe, de las normas y cultura empresarial, me abrió los ojos.
Cuando regresé, ya no me sentía atrapada, sin opciones, sin esperanza de cambio. Al contrario, me sentí empoderada.
Pero vamos por partes, primero lo primero, ¿Cómo saber si padeces el Síndrome de Estocolmo Godín?
Síntomas del Síndrome de Estocolmo Godín
1. Sientes que no tienes mejores opciones laborales
Hay muchas cosas que no te gustan de tu trabajo. Tal vez tengas un jefe insoportable, injusto y abusivo, o tal vez el jefe es buena onda pero el salario es pésimo. O quizás ganas muy bien pero el ambiente de trabajo es desagradable, te deprime y te desgasta. O es probable que tus compañeros sean geniales, pero la carga excesiva de trabajo te tiene estresado y agotado.
Pueden ser muchas razones o una sola, pero el hecho es que sueñas con cambiar de empleo, pero no te atreves a hacerlo porque crees que no hay opciones. ¿Por qué? Porque eso es lo que aprendes en el ambiente tóxico godín.
Seamos sinceros, todos tus compañeros está en el mismo hoyo que tú, a menos claro, que estén muy contentos con su empleo (se dan casos). Pero la mayoría piensa lo mismo que tú, y tienen el mismo miedo, porque si no, ya se hubieran ido a buscar otros horizontes.
Obviamente, si tu círculo social primario son tus compañeros Godínez, es imposible que tengas otra perspectiva. Todos hablan el mismo idioma, y están atrapados en el mismo ciclo laboral:
Trabaja mucho, vacaciona poco, gana aún menos, compra una casa del Infonavit, endéudate por 30 años, jubílate con una miseria, y entonces empieza a vivir.
2. Cada que alguien te pregunta por qué no renuncias, encuentras mil justificaciones
No hay trabajo, a tu edad es muy difícil que consigas algo mejor, te sientes agradecido de al menos tener un trabajo con tanto desempleo, más vale malo por conocido que bueno por conocer...la lista es interminable, y también hay que decirlo, tiene mucho de verdad. El desempleo es real, y la falta de oportunidades también. Sin embargo, en el fondo sabes que deberías correr el riesgo y salir a buscar opciones. Pero tienes miedo.
3. Le buscas el lado bueno a tu situación sí o sí
Pero si no está tan mal. Hay mucha gente en peor situación, con empleos realmente horrorosos o sin empleo alguno, piensas. Llegas a la conclusión de que tu vida godín es aceptable, y que en realidad lo que está mal es que seas un ingrato por estarte quejando todo el tiempo. Así que te regañas a ti mismo, y decides que ese yugo que te asfixia está sólo en tu mente de desadaptado social. Si tantos están tan felices godineando, ¿no deberías hacer lo mismo?
Bueno querido colega godín, si te identificaste con lo planteado en los puntos anteriores, siento decirte que sí, que padeces el Síndrome de Estocolmo Godín.
Acepta tu realidad ahora, que ya vienen las soluciones.
Es muy simple. No se trata de los demás. Se trata de ti. Sí, es muy probable que muchos estén contentos, pero cada quien es diferente. Con distintas metas, sueños, y prioridades. Así que mi consejo sería:
- Tómate un tiempo lejos. Pide unos días (semanas mejor, para que el desenchufe sea de verdad efectivo), platica con quien más confianza le tengas, y analiza tu situación.
- Piensa qué quieres de tu vida en 10 o 20 años. Si tus planes no encajan con lo que es hoy tu realidad, es tiempo de moverse hacia terrenos más verdes.
- Retoma tus sueños. Muchas veces, la rutina y las responsabilidades diarias dictan nuestras decisiones, hasta el punto en que olvidamos totalmente nuestros sueños, nuestras metas, la cosas que nos satisfacen, que nos hacen felices. Es cierto que parece que la felicidad es un artículo de lujo, pero creeme, no lo es. Siempre hay maneras de conectar con esa parte, y encontrar un empleo que nos dé algo de felicidad es parte de eso. O al menos, un empleo que no nos haga la vida miserable.
- Ignora lo que opinen los demás. Vivimos en una sociedad obsesionada con un único estilo de vida: Los ascensos corporativos. Debes conseguir un trabajo en una empresa grande e importante y ahí hacer carrera y ascender. Una oficina propia en vez de un cubículo es el sueño de muchos. Y está bien. Pero si no es el tuyo, también está bien. Tal vez amas el mundo corporativo, pero tal vez lo odias. Tal vez preferirías ser músico. O pintor. O chofer. O escritor. O empresario. O chef. No tienes que llenar las expectativas de nadie más. No será fácil, pero al final valdrá la pena. Es tu vida, vívela como tú quieres, que es la única que tienes.
Arrivederci